Hiroshi Yoshimura: Del aire al aire

Hiroshi Yoshimura: Del aire al aire

por Juan Desordenado

En los años ochenta Japón florecía, el milagro económico se consolidaba y comenzó a pasar algo muy extraño: las compañías entendieron que el diseño, la arquitectura y el sonido podían formar parte de una misma experiencia cotidiana. En este panorama, empresas de retail como Muji, museos, marcas como Casio o Nikon, e incluso compañías de ropa interior femenina, como Wacoal, empezaron a invertir en una ebullente escena de música ambiental, donde los artistas tenían total control creativo, financiando música para habitar espacios.

Es en ese contexto donde toma forma el Kankyõ Ongaku, término japonés utilizado para referirse a esta nueva música ambiental, un movimiento que profundizaba en las atmósferas, las texturas y una escucha no intrusiva, heredera tanto del Ambient 1: Music for Airports de Brian Eno como del concepto y legado de Erik Satie y su música de mobiliario. Paisajistas sonoros como el fundador de la Yellow Magic Orchestra Haruomi Hosono, Yasuaki Shimizu o Takashi Kokubo fueron figuras centrales de esta escena; artistas superlativos con un amplio reconocimiento tanto del público como de la crítica por ser pioneros de esta avanzada.

Una de las mejores cosas que ha producido internet es su capacidad para reescribir estas historias, poniendo el ojo en artistas que habían estado oscurecidos por la naturaleza misma de su obra. Gracias al algoritmo y el ímpetu de estos detectives de la música, creadores que en su tiempo no recibieron atención ni mayor reconocimiento comienzan a brillar con la misma intensidad que sus colegas más célebres, y tal vez ninguno brilla en estos tiempos convulsionado tanto como Hiroshi Yoshimura.

Nacido en Yokohama, Kanagawa, el 22 de octubre de 1940, Yoshimura inició estudios de piano a los cinco años, en los últimos alaridos de la Segunda Guerra Mundial. Profundamente influenciado por compositores como John Cage y Tōru Takemitsu, y posteriormente por el espíritu experimental del movimiento Fluxus, así como por las ideas de Harry Partch y Erik Satie, se gradúa en 1964 de la Waseda School of Letters, Arts and Sciences, desarrollando una práctica que integraba espacio, sonido y diseño gráfico.

A lo largo de las décadas siguientes, Yoshimura trabajó diseñando entornos sonoros para museos, sistemas de transporte y espacios públicos, mientras que en sus tiempos libres armaba performances de poesía visual. En 1972 comienza el grupo de computer music Anonyme. El influjo de Brian Eno y su Ambient 1: Music for Airports (1977) fue decisivo en toda su generación, reconfirmando su intuición en el sonido como un elemento tan cotidiano como el mismo aire.

Su álbum debut, el precioso Music for Nine Post Cards (1982), fue concebido originalmente como una maqueta casera para ser reproducida en el Hara Museum of Contemporary Art. Allí ya se delineaban ideas centrales de su obra, como el minimalismo —el álbum se grabó únicamente con un Fender Rhodes y con un sintetizador analógico— y las suaves melodías electrónicas fusionadas con el entorno, conviviendo con los sonidos del “mundo real”.

Pier & Loft, de 1983, ahondaba en su versión de una música clásica experimental, conviviendo con el new age, al igual que su sucesor, A-I-R (Air in Resort), de 1984.

 

 

En el invierno que dio paso a 1986, la empresa Musawa Homes financió a Yoshimura para crear música destinada a acompañar sus casas modelo. El resultado fue Soundscape 1: Surround, una obra pensada explícitamente como un “amenity”, un elemento de confort que ampliará la experiencia de habitar. En sus notas originales, Yoshimura recomendaba escuchar Surround como parte de la misma familia sonora que “la vibración de los pasos, el zumbido de un aire acondicionado o el tintineo de una cuchara dentro de una taza de café. Con la adición del ruido de la ciudad del exterior de la ventana escucharás el álbum de una manera completamente nueva”.

También anotaba: “Si Surround puede escucharse como música tan cercana al aire mismo, permitiéndonos entrar en el paisaje sonoro de cada oyente, o como algo que existe dentro de una nueva perspectiva, ampliando el terreno intermedio entre el sonido y la música y transformándolo en un espacio confortable, sería muy apreciado”.

Sublimes piezas como la apertura delicada y reverberante “Time After Time”, o la tierna “Something Blue”, se han convertido en verdaderos clásicos de todo el movimiento, y cuentan con millones de reproducciones en plataformas de streaming cuyas filosofías nada tienen que ver con su autor. 

Grabado de manera casi simultánea, Green, también de 1986, representa el reverso orgánico y luminoso del solitario Surround. Registrado en ese mismo invierno en su home estudio, el disco hace un osado y delicado uso del Yamaha DX7, uno de los sintetizadores definitivos del pop ochentero, explotando su enorme capacidad de personalización tímbrica para evocar paisajes naturales, ciclos vitales y una serenidad profundamente humana. Ambos trabajos fueron descritos como el yin y el yang de su producción y hoy son considerados dos de los más importantes, no solo del músico, sino que de una época completa.

Tras publicar Static (1988, acompañándose del pianista Satuki Shibano) y Flora (de 1987, publicado décadas más tarde), el autor se toma una pausa discográfica, se enfoca en la docencia, donde defiende el acceso universal al diseño sonoro, entrando a la facultad de ingeniería de la Chiba University, también de manera parcial en la Kunitachi College of Music Design, y utiliza a menudo a sus estudiantes en sus performances.

Tras un lustro de silencio vuelve en gloria y majestad con el brillante Wet Land, de 1993, con la intimidad y belleza que caracterizan a su música. Al año siguiente publica el extraño Face Music, que mezcla ritmos programados, sus propias composiciones clásicas modernas con trabajos de Vivaldi, Scarlatti y Mancini. Es por esa época que Yoshimura comienza a entusiasmarse con la cultura global de clubes, especialmente con el downtempo y el chillout. Quiet Forest (1998), su último álbum publicado en vida, funciona como un resumen de sus experimentos a la fecha, utilizando grabaciones de campo, beats downtempo, paisajes sonoros, motivos clásicos y abstracción pura, en otro acierto sin fisuras.

Diagnosticado con cáncer en 1999, Hiroshi Yoshimura continuó trabajando hasta el final de su vida, en 2003. Décadas más tarde, y gracias a la inestimable ayuda del algoritmo de YouTube y de las maravillosas reediciones que el sello estadounidense Light In The Attic ha realizado de sus álbumes más representativos, su obra se ha encontrado con más oídos de los que quizá Yoshimura nunca imaginó. Si bien su revolución fue silenciosa, en un acto de justicia divina, su música hoy está totalmente vigente y enamora a incontables amantes del trasnoche y la contemplación, que buscan un poco de luz en cada timbre, sonido y melodía. Del aire al aire.

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