Santiago-Ander
¿Han visto mi zapatilla? Las filosofías tras la fiesta del punk, de Eduardo Schele
¿Han visto mi zapatilla? Las filosofías tras la fiesta del punk, de Eduardo Schele
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¿Qué tienen en común personajes como Sócrates, Diógenes, Nietzsche o Camus con bandas tan icónicas como los Sex Pistols, Bad Religion, Fiskales Ad-Hok o Flema? Aludiendo a diversos autores, el filósofo Eduardo Schele profundiza en este ensayo en las principales ideas que están tras el movimiento punk, las que muestran una gran similitud con las más variadas teorías filosóficas de estos y otros pensadores.
Lejos de una deslamada exposición académica, aquí se nos invita a ser partes de la fiesta que el punk inició a mediados de los ´70 y que, contra todo pronóstico, se extiende hasta nuestros días. En un sistema que busca siempre hacer prevalecer el orden y la obediencia, la rebeldía que manifiesta el punk a través de sus diversas expresiones artísticas resiste practicando el hedonismo propio del espíritu dionisiaco, el último remedio que parece quedar ante el tedio de una vida cada vez más enajenante.
Ya seamos más optimistas o pesimistas, todo ser realmente pensante ha pasado, al igual que el punk, por una etapa nihilista, pues es la conciencia crítica la que nos termina develando todo lo absurdo que puede llegar a ser la existencia. Sin embargo, han sido los mismos punks los que, de la mano de la ironía y la creatividad, han sabido sortear esta situación. Y es que -parafraseando a Pablo de Rokha- las bandas que tocan en esta fiesta no solo son vendedores de abismos trágicos, sino que también se han dado el tiempo de bailar sobre las hundidas catedrales del pasado, perdiéndose en el “pogo”, “mosh” o “slam”, como si del mismísimo eterno retorno se tratase, y en donde hasta el extravío de una simple zapatilla puede convertirse en el gatillante de una profunda reflexión sobre nuestra relación con el mundo.
Lejos de una deslamada exposición académica, aquí se nos invita a ser partes de la fiesta que el punk inició a mediados de los ´70 y que, contra todo pronóstico, se extiende hasta nuestros días. En un sistema que busca siempre hacer prevalecer el orden y la obediencia, la rebeldía que manifiesta el punk a través de sus diversas expresiones artísticas resiste practicando el hedonismo propio del espíritu dionisiaco, el último remedio que parece quedar ante el tedio de una vida cada vez más enajenante.
Ya seamos más optimistas o pesimistas, todo ser realmente pensante ha pasado, al igual que el punk, por una etapa nihilista, pues es la conciencia crítica la que nos termina develando todo lo absurdo que puede llegar a ser la existencia. Sin embargo, han sido los mismos punks los que, de la mano de la ironía y la creatividad, han sabido sortear esta situación. Y es que -parafraseando a Pablo de Rokha- las bandas que tocan en esta fiesta no solo son vendedores de abismos trágicos, sino que también se han dado el tiempo de bailar sobre las hundidas catedrales del pasado, perdiéndose en el “pogo”, “mosh” o “slam”, como si del mismísimo eterno retorno se tratase, y en donde hasta el extravío de una simple zapatilla puede convertirse en el gatillante de una profunda reflexión sobre nuestra relación con el mundo.